Si Alicia volviera
Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo:
Hace un rato lo hablaba con una amiga. ¿Cómo se medirá la sensibilidad?
Existe una extraña sensación de romanticismo entendido como recogimiento en uno mismo, de algún estímulo captado sensorialmente, y que procede de algún lugar… ¡yo qué se! En realidad no se como explicarlo.
El caso es que hay determinadas personas que tienen la cualidad de ponerme los pelos de punta. ¿Situaciones? no, personas, las personas son las que crean las situaciones; bien sea por sus palabras en una conversación cotidiana pero que por ello no deja de ser interesante, bien por una fotografía, bien por un gesto, por una mirada o por una caricia, bien por una canción…
A veces recuerdo como en Sao Paulo recién llegados del carnaval de Río y con la excitación y convulsión personal que eso produce, una de las personas con las que compartí esa inolvidable experiencia le dio al play del reproductor de audio y comenzó a sonar la canción “Niños” de Pedro Guerra. Es probable que la hubiese escuchado varias docenas de veces desde que me compré el CD, pero esa vez fue distinto. A medida que comenzaron a sonar los primeros acordes y se comenzaron a articular las primeras palabras, las tres personas que estábamos en el salón de aquella casa enmudecimos, para dejar paso a la emoción propia de estar escuchando el fiel reflejo de una realidad recién vivida. ¿Cómo se puede convertir una canción en el nítido reflejo de un espejo?, o mejor dicho: ¿cómo una persona puede transmitir con ese realismo lo mismo que he sentido yo en otro momento? porque… ¿Pedro, no viajaste con nosotros verdad?
Es probable que si usted escucha la canción y no haya estado en Río de Janeiro no sea interpelado del mismo modo, pero a lo mejor sí de otro. Sin duda, para mí, esto es lo bonito de la vida y de la comunicación artística.
A partir de ese día comencé a escuchar la música de otra manera, a partir de ese día comencé a querer captar el arte desde otra perspectiva. No me veo capaz de valorar si mejor o peor, pero tengo la certeza de que hay cosas que han dejado de valer para emocionarme, aunque las que ahora me valen me hacen sentir mucho mejor.
Así que voy a responderme a mí misma: ¿Cómo se puede medir la sensibilidad? La sensibilidad no se mide, se recibe.
Buen fin de semana.
Me resulta complicado seguir siendo la misma idiota
después de tantas victorias, después de tantas derrotas.
Me resulta complicado seguir pensando lo mismo
seguir creyendo que el mundo no está loco, que es el mismo.
Me resulta complicado no tener un mundo al revés.
Me resulta complicado continuar siendo la misma
después de tantas revueltas de políticos y artistas.
Me resulta complicado comprender tantos ataques
por el hecho de tener poder, dinero y muchos tanques.
Me resulta complicado no tener un mundo al revés.
Y si quieres más miseria en Brasil tienes Favelas,
los corruptos y los niños que trabajan por las pelas,
los irakís en construcción, África sin subsistencia,
y los países más ricos que se pegan por la ciencia,
pero yo no me resisto a creer en un mundo al revés.
Me resulta complicado continuar siendo la misma
después de los bombardeos, después de tantas mentiras.
Me resulta complicado ver que cuando un pueblo muere
los jefazos de otro pueblo se felicitan, se divierten.
Me resulta complicado no tener un mundo al revés.
Me resulta complicado continuar siendo la misma
después de tanta violencia, después de tantas noticias.
No resulta complicado sentir horror, impotencia
ante la mierda que se cuecen todas las grandes potencias.
Me resulta complicado no tener un mundo al revés.
Y si quieres más miseria díselo a los argentinos,
a los países acechados por los Estados Unidos,
y si quieres más proezas fíjate en los petroleros,
en las mil y una batallas que hay en todo el mundo entero.
Pero yo no me resisto a creer en un mundo al revés.
Comienza el otoño y con él, en cuanto a cultura se refiere, se inician los Festivales de Otoño como el de Madrid. Habitualmente en este tipo de eventos nos encontramos con multitud de buenos conciertos, iniciativas innovadoras y excelentes propuestas para alimentar espíritu, alma y corazón con tanto manjar cultural.
Una se hace idealista y comienza a hacer un sin fin de planes: que si mañana voy a ver a la dulzura hecha fado en la voz de Mariza, que si el mes que viene a una garantía de calidad musical como Caetano Veloso, que si… pero al igual que voy inflando las ganas, en seguida, como si de un globo se tratara, voy perdiendo aire en detrimento de la ilusión.
¿Qué hace que se dé esta situación después de tanta poesía? Pues sencillo, el precio.
El dinero es un bien necesario, pero tan mal aprovechado en esta sociedad de consumo que se intercambia en pro de la maraña incomprensible e infame de la actual ley de la producción y la demanda (¿qué fue primero, el huevo o la gallina?).
¿Cuánto cuesta un CD?, ¿cuánto un libro?, ¿y una peli…? sí, no es nada original este debate, pero es que es tan repetitivo como real y cotidiano.
Esta gratuidad se transforma tanto en la calidad del trabajo, como en la realización del propio producto, y por supuesto en el momento de su comercialización, en la que cada uno paga lo que considera que vale, o bien lo que buenamente puede.